Año 1741: ¿Es niña? mejor muerta que esclava.

«Ellos, en llegando a casa, se van a parlar con sus amigos;  y nosotras a buscar leña, traer agua y hacerles la cena: en cenando ellos, se echan a dormir; mas nosotras casi toda la noche estamos moliendo el maíz para hacerles su chicha. Y en qué para éste nuestro desvelo? Beben la chicha, se emborrachan,  y ya sin juicio, nos dan de palos, nos cogen de los cabellos, nos arrastran y pisan (…)»

La que describe esto podría ser cualquier mujer en cualquier época y lugar del planeta. Porque la escena es intemporal y en su última frase, además, aterradora. Se trata de la descripción que hace una mujer indígena  a un sacerdote en la época de la colonización española. No hay en el mundo mujeres más desdichadas que las indias Gentiles, escribe el religioso tras escuchar el testimonio.  Y no le faltaba razón si hacemos caso a este extracto. Tan desesperadas estaban, que cuando tenían que dar a luz bajaban al río, y si nacía una niña la mataban, para evitarle así una vida llena de sufrimientos y sumisión.

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«Si mi madre me huviera enterrado luego que nací, huviera muerto (…) y me  huviera escapado de tantos trabajos,  tan amargos como la muerte»  confesaba la india al sacerdote.

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Porque esas mujeres no solo molían el maíz, limpiaban sus viviendas, cocinaban y cuidaban de la prole. Además trabajaban también «fuera de casa», acompañando a los hombres a la labranza y conciliando de la única manera que podían:  «nosotras vamos con un canasto de trastos a la espalda; un muchacho al pecho, y otro sobre el canasto». A las Carolina Bescansa de aquellos años nadie las defendía ni respaldaba. Ellas sencillamente no tenían opción.

Cuando  leo el tipo de vida que estas mujeres llevaban, cuando veo que preferían matar a sus hijas antes que entregarlas a una vida miserable,  un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Porque pasan los siglos, pero se repiten los patrones a pesar de tanto cambio social y tantos logros conseguidos. De nuevo la sabiología me susurra al oído lo que me parecen inquietantes paralelismos con algunas situaciones actuales. Ya no se baja al río, cierto. Pero es que no hace falta: las ecografías permiten que mujeres hindúes y chinas conozcan el sexo del bebé y se deshagan de él si es niña. Exactamente iguales a las indias Guayquries en la selva amazónica de hace 500 años. Tan lejanas pero tan cercanas a la vez.  Si mostráramos este texto a una de las mujeres que toman esa decisión al saber que esperan una niña… ¿Qué nos contaría?  ¿Se sentiría, quizás, identificada con la joven indígena?  La respuesta es un enigma. 

El sobrecogedor relato de la muchacha india aparece en la página 343 del libro «El Orinoco Ilustrado», una excelente crónica que nos relata a través de los ojos de los jesuitas, las costumbres y vida de los indígenas en la América colonizada. Podrás encontrarlo para su consulta en la Biblioteca Digital Hispánica.

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