Año 1790: Iglesias, Rajoy, Rivera, Sánchez…y las «necias mugeres» de quien aprender.

El post de esta semana va referido a una cuestión vieja como el mismo mundo: la vanidad. Concretamente habla de la vanidad femenina como uno de los grandes vicios de la mujer. Evidentemente  la primera reacción, como mujer, sería la de ofenderme. ¿Quién puede escribir un libro con semejante contenido?

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Elijo de entre sus páginas, unos fragmentos que me parecen curiosos, y asumo, resignada, que era éste el pensar general en épocas pasadas. Sin embargo, una segunda lectura de las partes escogidas me saca de mi resignación y me ilumina, porque me doy cuenta de que todo lo que pone, absolutamente todo, es cierto.  ¿Y eso? ¿Tan poco me valoro? No; únicamente he sustituido la palabra «mujer» por la palabra «persona». Y lo he visto todo muy claro. Pues reflejado en ese texto reconozco -con fecha de hoy-  tanto homenaje inmerecido,  tanta exposición infumable, tantas portadas de revistas… en definitiva, tanto «Traje nuevo del Emperador», de Andersen. La vanidad no conoce de sexos, y lo que comienza pareciendo un insulto a la condición de mujer, acaba siendo una precisa descripción de este vicio tan humano.

Vicioesmugeres2De hecho es la misma autora  la que cita a Cicerón, quien habla de adulaciones y alabanzas sin distinción de género.

 

 

 

 

 

Y ya puesta, he hecho una tercera lectura, que esta sí me ha hecho reír. ¿Porqué? Porque en esta ocasión he sustituido la palabra «mujer» por la de «político». Touché.  En cuatro páginas escritas en el año 1790 queda recogida una lección moral que toda nuestra clase política debería leer.

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Y así, lo que comienza como un demérito de la mujer acaba convirtiéndose en lo que debiera ser el decálogo del político ideal:

«No hay medio más cierto y seguro de conseguir el aplauso que se apetece, que el hacerse digno de él».

«El hablar demasiado es un vicio muy común en los políticos. La viveza de su imaginación se conoce en la multitud de especies que mezclan en sus conversaciones (..)».  

«Esto se conseguirá acostumbrando a los políticos a que piensen antes de hablar, y a omitir varios rodeos, expresando naturalmente sus pensamientos (…)».

Y no sigo…

Tanto si eres político como si no,  y te interesa consultar este libro, lo podrás encontrar  digitalizado en la Biblioteca Digital Hispánica.

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